Catalina de Erauso, también conocida como la "Monja Alférez", nació en San Sebastián de Guipúzcoa, en Euskalerria (España), en 1585; hija del Capitán Miguel de Erauso y de María Pérez de Galárraga y Arce.

A los 4 años fue enclaustrada en el Convento de las Dominicas de San Sebastián el Antiguo, siguiendo a sus hermanas María Juana, Isabel y Jacinta que se quedaron hasta la muerte. El convento estaba dirigido por su tía.

Con 15 años, después de un litigio con la monja profesa Catalina de Aliri, escapó del Convento y por mucho tiempo vagó por varias ciudades del País Vasco desempeñando varios trabajos varoniles con el nombre de Francisco Loyola. Su aspecto poco femenino le facilitó el disfraz. Algunos autores la describen como una mujer muy alta para su género, fea y con el busto pequeño.

Al llegar a Sanlúcar de Barrameda se disfrazó de grumete para poderse embarcar en un galeón, adoptando la identidad de Antonio Erauzo. El capitán era un tío suyo, Esteban de Eguiño, el cual no la reconoció travestida. Otros fueron los nombres que usó: Pedro de Orive, Alonso Díaz, etc.

En América, pasa por Araya (Venezuela), Cartagena de Indias y Nombre de Dios (Panamá). Una hora antes de partir de regreso a la Península, Catalina le roba a su tío 500 pesos y baja a tierra, vive de esta cantidad por un tiempo en Panamá hasta que encuentra un mercader vasco, Juan Urquizo, quien le dio un trabajo y juntos partieron hacia Trujillo (Perú). Aquí mata en duelo a un hombre, motivo por el cual se ve obligada a refugiarse en la capital, Lima.

Aquí, gracias a la recomendación de Urquizo, prestó servicio bajo las órdenes de otro mercader vasco, Diego de Lazarte. El trabajo de mercader la aburrió bastante, así que en 1619 prefirió enrolarse como soldado, con el nombre de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán, en una compañía que combatía contra los indígenas del norte de Chile (Concepción).

Su hermano Miguel, quien se había embarcado para América en 1587 y se desempeñaba como secretario del Gobernador Alonso de Ribera al saber que era vasca, intercede para que su hermana –ignorando que lo era-, formase parte de su compañía. Durante tres años Catalina mostró su valor en batalla contra los araucanos, lo que la hizo ganar el grado militar de Alférez.

En una pendencia la Monja Alférez mató a dos, y logró escapar a la justicia resguardándose en un templo (San Francisco). En adelante será así como salve el pellejo cada vez que sienta la soga al cuello. Con todo, meses después, durante una confusa reyerta mató accidentalmente a su hermano Miguel, purga su pena cruzando los Andes, hasta llegar a Buenos Aires.

En Tucumán cortejó a dos mujeres para obtener sus dotes y dádivas antes de escaparse nuevamente, transfiriéndose a Bolivia. Allí trabajó como sargento mayor y como comerciante, pero su conducta impetuosa la hizo condenar a muerte.

Consiguió fugarse al Cuzco (Perú). Allí nuevamente enredada en otra pelea, resultó gravemente herida y, creyendo estar en punto de muerte, se confesó a un cura revelándole su identidad femenina.

Proclamó su arrepentimiento al Obispo Agustín de Carvajal, quien corroborando su historia al hacerla examinar por dos matronas y verificando su virginidad, la encierra en el convento Santa Clara de Guamanga. Cinco meses después muere el dicho Obispo, entonces, la trasladan a Lima al convento de la Sagrada Trinidad donde vive dos años y medio, hasta que llega la prohibición de permanecer en él, dado que no era monja profesa. Para ese momento su travestismo y su historia ya circulaban por toda América y Europa.

En 1624 durante el viaje de regreso a España Catalina dicta sus Memorias.

En la Península fue recibida por el Rey Felipe IV quien le ratificó su grado de Alférez y consintió en otorgarle una pensión vitalicia por sus hechos de armas.

En Roma, Catalina, encontró al Papa Urbano VIII. Habiendo alcanzado notoriedad le fue concedida una dispensa especial para usar ropas masculinas.

En 1645, con la identidad de Antonio Erauzo, se embarcó directamente hacia Méjico, donde muere en 1650 en un villorrio llamado Cuitlaxtla.

Se desconocen las causas de su muerte, aún cuando se afirma que fue asesinada, otros que fue de resultas de une enfermedad.

No existen mayores informaciones oficiales acerca de su sexualidad, aunque se especula que en su viaje hacia México se enamoró de la dama que debía escoltar y hasta retó a duelo al prometido de la misma.. Con todo, sus cortejos amorosos nacían de una necesidad de reunir dinero, así como por un real interés hacia las mujeres.

En 1829 José María Ferrer imprime en París el manuscrito con la historia de la Monja Alférez, acompañado de documentos importantes y de la obra teatral escrita por Juan Pérez de Montalbán en 1626, sobre Catalina. Esta edición está seguida de una segunda impresa en Barcelona en 1838 y otras contemporáneas.

En Perú, la Biblioteca Nacional editó únicamente las Memorias de la Monja en su colección "Peru Libros" del año 1988. Asimismo, Ricardo Palma la convierte en heroína de su Tradición "¡A Iglesia me llamo!", donde se narra una de sus trastadas para escapar a la justicia.

En la pantalla grande, la actriz mexicana María Félix encarna a doña Catalina en el film de 1944, "La Monja Alférez".

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Fuente: http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/personajes/5841.htm

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