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LA VENTANA DE ORFEO

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MODA: BELLE EPOQUE

a cargo de Lady Margareth

 

En Orpheus no Mado la recreación de Riyoko Ikeda no se limita únicamente a la Historia, sino que también abarca el diseño. De hecho, Ikeda pone mucha atención en la evolución y en el uso de los trajes en el período en que la historia tiene lugar.

LA MODA FEMENINA

Ya en los últimos años del siglo XIX habían aparecido las amplias e incómodas crinolinas que habrían de caracterizar a la época victoriana (podemos ver un amplio ejemplo en esta imagen del joven Reinhart travestido en mujer).

 

Estas habrían dado paso a vestidos de línea simple y sobria, con una falda derecha que aún se alargaba hacia la parte final: los así llamados vestidos de campana (como este que viste Anelotte).

 

Más aún, al menos inicialmente, esta simplificación de la parte inferior encontró una especie de compensación en un desarrollo anormal de las mangas, que alcanzaron dimensiones increíbles. (Amélie aún ostenta una herencia en la portada del tomo 7, de la edición italiana).

 

 
 

La tendencia general de la época fue, con todo, la de un gradual acercamiento al estilo moderno, a secundas de la emancipación femenina, por el que algunas mujeres empezaron a trabajar en oficinas y a practicar deportes.

 

 

De inmediato nos viene a la mente María Bárbara von Alensmeier con su estilo impecable y elegante, capaz de sostener la empresa familiar con la expresión de una verdadera mujer de negocios pero que además no sabe renunciar a un toque graciosamente sobrio.

 

 

La belle époque fue de hecho una época de gran desarrollo económico, en el que dominó un persistente optimismo y confianza en el nuevo siglo, que habría aportado innovaciones tecnológicas extraordinarias (en La ventana de Orfeo, de hecho vemos ya hacer su aparición a los primeros automóviles).

 

 

 

La clase media adquirió riqueza y por lo tanto una influencia siempre mayor en la vida pública (recordemos el avance de los Kippenberg ante los Alensmeier, de noble pero decaída ascendencia…).

Todo esto se traduce en una búsqueda desenfrenada del lujo y de la distracción: Por todos lados se difundieron locales para la diversión nocturna, las noches en la Ópera y en el Teatro eran una ocasión para hacer ostentación de llamativas y costosísimas toilettes.

 

 
 

Así nace el amor a por objetos inútiles, pero de tendencia y ricamente decorados.

Y en obsequio al estilo liberty (o floreal), caracterizado por el predominio de líneas sinuosas y complicados garabatos, también la moda femenina se hizo voluptuosa y rebuscada, con un gran cuidado en los detalles.

Los vestidos tomaron una forma de S, convertida en posible gracias a un nuevo tipo de corsé que aplastaba todo lo que fuese posible el vestido por delante, realzando por el contrario la parte posterior.

Paradójicamente esto resultó incluso mucho más incómodo e insalubre que los rígidos corsés del '800 haciendo por lo demás fatigoso no sólo sentarse, sino también caminar normalmente.

Además, los vestidos estaban dotados de una larga cola (fig. 12) y adornados lo más posible con enaguas crujientes, encajes, bordados y perlitas.
 
 

Gran cuidado era reservado a los accesorios, que calificaban a la verdadera dama: Guantes, sombrillitas de sólo joyas (vemos un espléndido ejemplo en aquellos accesorios de inspiración oriental que ostenta Julius en la portada del tomo 1, pero también larguísimos collares de perlas y sobre todo los cabellos y los peinados que se volvieron cada vez más monumentales y complicados hasta casi emular, alrededor de 1910, aquellos de la Francia de Luís XVI (los sombreros, los diseños de las telas, las gilet, etc.)

Estaban los vestidos de paseo...

....y los vestidos para la tarde, con los que se acogía a los huéspedes para el té, muchas veces con motivos floreales, en homenaje al estilo que había dado el nombre a la época.

 

 

Como se puede notar, los vestidos comenzaban a dividirse en dos partes, falda y camisa, mientras a lo largo del primer decenio del ‘900, la cintura se movió siempre más alto (corte princesa) y la falda reasumió una forma lineal tendiendo a acortarse siempre más: Era el estilo remembranzas del Primer Imperio.

 

Concluyamos con una breve panorámica sobre la moda infantil, donde se les brindaba comodidad para jugar y moverse...

....un vestido de novia.

 Curioso notar, en esta imagen de Alraune......
.....un detalle que se repite muchas veces en La ventana de Orfeo: la chorrera fijada con aquel broche de piedras preciosas; a pesar de haber algo similar en la Bella época, hay que considerarlo absolutamente fuera de moda y remite directamente a la moda de la Francia pre-revolucionaria (lo tenían todos los gentileshombres en Berubara, ¿¿¿recordáis???).
 
NdTr. Por el primer centenario de la Revolución Francesa (1889), París resucitó el estilo Luís XVI (las telas a rayas), y el estilo María Antonieta (los vestidos a la inglesa cuya falda era más corta y dejaba entrever las enaguas). Durante los dos decenios posteriores, los trajes del los "incroyables" del Directorio fueron adaptados a la moda femenina.
 

LA MODA MASCULINA

Casi como contrapunto a los excesos de sus compañeras, los hombres, en el paso entre siglos, presentan un estilo como nunca, sencillo y sobrio, que casi no distingue el uso simple del rico burgués: es la calidad de la tela la que marca la diferencia.

El traje masculino presenta el saco, pantalones, chaleco y corbata que tiende a ser muy sutil; los colores preferidos son el blanco y el negro.

Desaparecen las largas patillas ochocientescas y las melenas desordenadas, los cabellos vuelven a ser cortos y bien cepillados.

 

 

Frac y sobrero de copa son reservados para las ocasiones importantes.

También en el hombre notamos una vestimenta deportiva y más informal para los primeros automovilistas, con saco a rayas y gorra.

 
 
Para saber más:
 
- Wikipédia Incroyables et Merveilleuses
 
- PASALODOS SALGADO, Mercedes: Algunas consideraciones sobre la moda durante la Belle époque
 
- RUPPERT, Jacques (et.al): Le costume français. Paris, Flammarion, 1996.
 
 

 

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