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QUEEN ELIZABETH -LA REINA QUE DESPOSÓ LA PATRIA-

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CATALINA DE ARAGON

a cargo de Beralia

 

 
 
Nacimiento y Matrimonio
 
Nacida en Alcalá el 16 de diciembre de 1485, era la última hija de los Reyes Católicos. Su nombre, le fue puesto en honor a su bisabuela Catalina de Lancaster, sin imaginar que algún día ella misma sería Reina de Inglaterra.

 

Hacia 1487 comenzaron las tratativas de su boda con Arturo, príncipe de Gales, hijo mayor del rey Enrique VII de Inglaterra. En Woodstock se llegó al acuerdo formal, firmado en agosto de 1497. Desde ese momento, Catalina dejó de ser infanta española para convertirse en la princesa de Gales. Recibió una esmerada educación, pues el rey de Inglaterra había dicho que si era tan bella e inteligente como su madre, con gusto le daría todos sus bienes (y era un rey conocido por su tacañería).

 

El 2 de octubre de 1501, Catalina pisa suelo inglés por primera vez. Su boda tuvo lugar el 14 de noviembre en la gran catedral de San Pablo. Su cuñado Enrique la condujo al altar. Apenas tenía 15 años, pero en el banquete oficial la sentaron a la derecha del rey, mientras que su esposo almorzó junto con sus hermanos Enrique, Margarita y María en la mesa de los niños.

 

El 21 de diciembre los príncipes de Gales se instalaron en el castillo de Ludlow, donde pasaron el frío invierno. En primavera, ambos contrajeron gripe. Catalina sobrevivió, pero Arturo falleció. Con todo, se dice que el príncipe padecía de tuberculosis.

 

Y aquí comienzan los suplicios de la princesa, pues sus padres solicitaron la devolución de la dote pagada (en dinero, vestidos, joyas y vajilla), la concesión de una pensión por viudedad y en secreto, la autorización de matrimonio entre la infanta y el nuevo príncipe de Gales, su hermano menor, Enrique.

 

Al comienzo, parecía que Catalina retornaría a España, pero la perspectiva de proseguir con el tratado, aunado al peligro que entonces Francia representaba para ambas naciones, hizo que Catalina poco a poco pasase de ser princesa viuda, a una mendiga. Los años que duraron la espera, Catalina tuvo que reducir su servidumbre a lo mínimo que le permitía la decencia, voltear y zurcir sus vestidos, llegar al punto de la inanición para finalmente, empezar a vender o empeñar parte de la vajilla que le había servido de dote.

 

Entretanto, el viejo rey en un intento de volver a tener un hijo perdió a su esposa, hasta pretendió casarse con Catalina, y a su vez casar a su hija María con Carlos de Gante (el futuro Carlos V de Alemania y I de España). Ya se estaba resignando Fernando a preparar el retorno de su hija, cuando el 21 de abril de 1509, Enrique VII dio su último suspiro. Se dice que entonces, le dijo a Enrique que desposase a la viuda de su hermano.

 

El 10 de mayo se enterraba al difunto rey, y el 24 de junio se realizó la boda entre Enrique VIII y Catalina de Aragón en el oratorio de los capuchinos. Ese mismo día tuvo lugar la coronación en la abadía de Westminster.

 

Los primeros años del matrimonio fueron bastante felices. Catalina era una mujer culta y políglota (dominaba el francés y el latín, hablando con soltura inglés), además de hermosa (tenía los ojos grises y el cabello castaño dorado, que llevaba muy largo) el complemento ideal para el atolondramiento juvenil de Enrique. Se compenetraban bien, ella le seguía en las fiestas, torneos, cacerías y le hacía de contraparte en todas las escenas que él le representaba antes de irse a la cama. Erasmo la consideraba más erudita que Enrique, y Shakespeare dijo de ella que era "la reina entre todas las reinas". Sus numerosas obras de caridad, belleza, juventud y generosidad le granjearon el cariño del Pueblo, hasta el punto que su propio esposo empezó a envidiar su popularidad.

 

Pero todo paraíso tiene su serpiente, y he aquí que Fernando de Aragón, aprovechando el ascendente que su hija ejercía sobre el Rey de Inglaterra, se las compuso para alimentar las ambiciones de Enrique y hacerle pretender la corona de Francia. Era el verano de 1513, cuando Catalina se vio como regente, guerreando contra la invasión de Jacobo IV de Escocia, y llevando a Inglaterra al triunfo en la batalla de Flodden el 9 de septiembre, donde perdió la vida el monarca escocés, dejando viuda a la Reina Margarita, hermana mayor de Enrique; mientras Enrique había cruzado el charco, guerreado junto con Maximiliano de Austria, tomaron Teruán y Tournai y dejaron una guarnición antes de volver a Inglaterra en el otoño. Enrique encontró su patria a salvo, y con un triunfo debido a la capacidad de liderazgo de su esposa. Esto, aunado a percatarse que indirectamente era manipulado por Fernando de Aragón, quien secretamente ya estaba negociando con Maximiliano de Austria y Luis XII de Francia al año siguiente, le hizo alejarse poco a poco de su esposa. Así, Enrique también negoció la paz con Francia, con cuya alianza Luis XII (de 52 años), desposaría a María (de 18 años), la hermana menor de Enrique. En noviembre de 1514, María Tudor se convirtió en Reina de Francia.

 

Si bien Catalina quedó embarazada muchas veces, (en 1510 alumbró una niña prematura) y hasta dio a luz un hijo varón en 1511 que murió a los 52 días; la única hija que logró sobrevivir fue María, nacida en 1516. Se dice que la Reina padecía de algún tipo de malformación que le impedía llevar a buen término de sus embarazos.

 

Entretanto, Enrique empezó a tener amantes. La primera vez, Catalina se enfadó, y él le pidió perdón. Ante las demás, Catalina reaccionó con resignación. En 1519 Enrique reconoció como favorita a Elizabeth Blount, quien le dio un hijo varón (Henry Fitzroy) y aún la Reina asistió a su bautizo. Poco después, el rey se enredó con María Bolena. Para 1526, había sucumbido a la pasión a por Ana Bolena.
 
El repudio

 

Justamente, para 1526 Catalina tenía 41 años y ya no le era posible volver a embarazarse. El año anterior Enrique había tenido un serio accidente, así que el 18 de julio de ese mismo año le concedió a su hijo Henry Fitzroy de seis años, los títulos de duque de Richmond y Somerset y conde de Nottingham. Catalina se enfadó, pues esto ponía en peligro la posición de su hija María como heredera al trono, pero esto a Enrique no le importaba.

 

El 22 de junio de 1527, el Rey le anunció a su esposa que había solicitado a Roma la anulación de su matrimonio, arguyendo que la dispensa Papal de 1503 otorgada por el Papa Julio II que declaraba la virginidad de Catalina era inválida.

 

Catalina le atribuyó al cardenal Wolsey, Arzobispo de Canterbury ser el causante de sus desgracias, pero cuando el enviado papal, el cardenal Campeggio, fracasó en su intento en 1528 de reconciliar a los esposos, y al ser esto imposible, de persuadir a Catalina de tomar el velo; Wolsey fue destituido y reemplazado por Thomas Cranmer. Sólo el obispo Fisher osó defender a Catalina.

 

En 1530, Enrique envió emisarios a todas las universidades europeas para pedirles su opinión teológica acerca de la nulidad de su matrimonio. Las italianas y las francesas le fueron favorables, mas no las alemanas.
En público, Enrique fingió haber hecho las paces con su esposa, consciente de su popularidad, pero en privado la evitaba lo más posible. Finalmente, el 14 de julio de 1531, la abandonó sin despedirse de ella.
 
La Reforma de la Iglesia

 

En su juventud, Enrique había escrito un ensayo teológico donde condenaba las propuestas de Lutero; fue declarado paladín de la Iglesia con el título Defensor Fidei (que en la actualidad aún usan los reyes británicos). Para 1531 y a instancias de Thomas Cronwell, Enrique emprendió la reforma de la Iglesia Inglesa, declarando que Roma no tenía jurisdicción sobre ellos y autoproclamándose cabeza de la Iglesia, llamada de ahora en adelante: Anglicana.

 

En abril de 1533 el Parlamento aprobó el Acta de Restricción de Apelaciones. En mayo de ese año un tribunal eclesiástico dictaminó la nulidad del matrimonio de los Reyes, y legitimó el matrimonio de Enrique y Ana.

 

Los súbditos fueron requeridos de aceptar la Reforma, arguyendo el excesivo enriquecimiento de la Iglesia y la indecencia de sus prelados. Muchos aceptaron, otro se opusieron, como el obispo Fisher y Tomás Moro, quienes fueron ejecutados por traición.
 
Epílogo

 

Hasta su último aliento, Catalina siguió considerándose legítima esposa del Rey de Inglaterra, y por ende, reina. Así como fueron de privaciones sus primeros años en Inglaterra, así también fueron los últimos, aquejada de un cáncer que la llevaría a la muerte el 7 de enero de 1536. Sintiéndose leal súbdita, nunca fue mezquina con su esposo, y aún le envió una última carta. No se hicieron grandes funerales, ni fue llevada con los otros reyes ingleses, sino enterrada como "princesa viuda de Gales".

 

La gran cuestión del Rey, llevó a la escisión de la Iglesia Inglesa de la Romana, y esto provocaría sangrientas luchas en nombre de la religión entonces y aún ahora. Asimismo, marcaría el destino de las sucesoras de Enrique, las Reinas María y Elizabeth.
 
Hemerografía:

 

-FERNÁNDEZ LUZÓN, Antonio: "Catalina de Aragón. El orgullo de la reina traicionada". Publicado en: "Clío, revista de Historia". Año 5, Nº 54. Barcelona, Comunicación y Publicaciones SA. Abril 2006. Pp. 80-87.
 
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