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ZWEIG Y EL HEROÍSMO INVOLUNTARIO DE MARÍA ANTONIETA a cura di Klaus
María Antonieta, una vida involuntariamente heroica de Stefan Zweig fue para Riyoko Ikeda una de las principales fuentes bibliográficas y de inspiración, para la realización de Versailles no bara, y en particular para la caracterización de la Reina de Francia tal y cómo aparece en las páginas del manga. Las deudas que el manga tiene para con esta biografía tienen que ver tanto con la organización histórico-narrativa, como con el retrato, humano y trágico, de María Antonieta. Es sobre esta segunda vertiente que emergen los desarrollos más interesantes, las motivaciones que han hecho de la María Antonieta ikediana aquel personaje incisivo y de gran altura, a pesar de la simplicidad de espíritu, que representa el centro focal de toda la narración. Zweig, de María Antonieta, pone primariamente a luz el carácter de la mediocridad: la hija de la gran María Teresa de Austria es una mujer simple quien, a pesar suyo, se encuentra protagonizando uno de los más excepcionales trastornos de la Historia. Privada de aquella excepcionalidad de carácter con la cual, acaso, habría podido afrontar de manera muy diversa su destino, María Antonieta viene a encarnar un nuevo modelo de tragedia. María Antonieta no era ni la gran santa del monarquismo, ni la perdida, la grue, de la Revolución, sino un carácter de tipo medio; una mujer, en realidad, vulgar; ni demasiado inteligente, ni demasiado necia; ni fuego, ni hielo; sin especial tendencia hacia el bien y sin la menor inclinación hacia el mal; el carácter medio de mujer de ayer, de hoy y de mañana; sin afición hacia lo demoníaco ni voluntad de heroísmo, y, por tanto, a primera vista, apenas personaje de tragedia.
Las palabras de Zweig no pueden no hacer pensar justamente en la María Antonieta conocida entre las páginas del manga Versailles no bara. María Antonieta como una mujer común, pues, con las cualidades fundamentales de la feminidad: amante, sea en su amor apasionado hacia Fersen, sea en su afecto conyugal hacia el Rey de Francia, y madre: y aquí basta pensar en las espléndidas páginas, de fuertísimo valor trágico, dedicadas al amor maternal de María Antonieta a por Louis-Joseph. Del retrato hecho por Zweig de la más famosa Reina de Francia, Riyoko Ikeda ha sabido coger las dos tensiones fundamentales: la que gravita en su vida privada y lo relativo a la autenticidad del sentimiento, aquella de María Antonieta amante, mujer y madre, de un sentir simple y común, y aquélla de la "Reina", del rol institucional que oprime y oprime la personalidad no excepcional, sino la más frágil e inconciente de la cobertura pública de cada una de sus acciones, aún de las más instintivas. Pero es justamente en esta polaridad, en general desproporcionada y desmesurada, que captura el nuevo modelo de tragedia encarnado por María Antonieta: Pero la historia, ese gran demiurgo, en modo alguno necesita un carácter heroico, como protagonista, para edificar un drama emocionante. La tensión trágica no se produce sólo por la desmesurada magnitud de una figura, sino que se da también, en todo tiempo, por la desarmonía entre una criatura humana y su destino […] Pero también surge lo trágico, cuando, a una naturaleza de término medio, o quizás débil, le toca en suerte un inmenso destino, responsabilidades personales que la aplastan y trituran, y esta forma de lo trágico hasta llega quizás a parecerme la más humanamente impresionante […] el carácter medio […] No quiere responsabilidades de Historia Universal; por el contrario, las teme; no busca el sufrimiento, sino que le es impuesto; de fuera y no de dentro viene lo que le obliga a sobrepasar su propia medida. El pasaje citado ejemplifica al máximo grado la vivencia humana e histórica de María Antonieta, en la personal interpretación de Zweig y en el ulterior aporte de Ikeda, que tiende en la dirección de una aún mayor tensión dramática y melodramática; el personaje ikediano de María Antonieta acentúa la tensión polar interna a la mujer común cuyo destino le ha asignado responsabilidades mucho mayores a su pequeña estatura. María Antonieta no es la protagonista anómala de muchas tragedias, no es el Napoleón que encontraremos en las páginas de Heroica y que ya encontrábamos en Versailles no bara con aquella mirada típica de los grandes héroes de gran destino. Nuestra reina es en todo caso la mujer mediocre a la que le ha tocado el excepcional destino de la tragedia. Es la muchachita frívola con escasas ganas de aplicarse al estudio y a la etiqueta, o aún la mujer apasionada que quiere vivir plenamente el primer amor, la madre que desea estar siempre presente para sus propios hijos. Pero es también la mujer cuyo destino "heroico", "alto", llama cruelmente a sí, en un momento inesperado. La llamada del hado, de un hado plenamente histórico pero que quiere conservar lo absoluto atemporal de las tragedias clásicas, es el evento desencadenante, que ceba toda una serie de alternativas que llevarán a María Antonieta a cubrir el paradojal rol de anti-heroína con un destino heroico. Y por el contrario, nos dicen Zweig, y Riyoko Ikeda seguirá esta dirección, justamente el heroísmo involuntario de quien carece de cualidades heroicas y excepcionales genera una tipología de tragedia muy digna de ser contada: el descubrimiento de la grandeza en la mediocridad. María Antonieta descubre dentro de sí una excepcionalidad hasta ese momento, antes de la Revolución, de la que ignoraba, derivada de la desproporción entre un individuo que quiere la simplicidad y un destino anómalo que lo envuelve en su crudeza inevitable. Pero, a veces, el destino puede trastornar la existencia de uno de tales hombres medios y, con su puño dominador, lanzarlo por encima de su propia medianía; la vida de María Antonieta es quizás el ejemplo más claro que la historia nos ofrece de ello […] Jamás hombre viviente habría experimentado el deseo de inquirir noticias acerca de su persona, de su extinguida alma; nadie habría sabido quién fue ella realmente , y –esto es lo esencial- jamás, si no hubiera estado sometida a esta prueba, habría sabido ni experimentado ella misma, María Antonieta, reina de Francia, cómo en realidad era su persona. María Antonieta es justamente grande en su pequeñez, y es mucho más grande que muchos otros héroes trágicos que conscientemente recorren su propio destino de "grandes". María Antonieta es para comenzar, ignorante de su propia suerte, luego percibe los lazos de un hado inexorable y trata de oponérsele, fingiendo no advertir un oscuro presentimiento; y finalmente lo acepta con majestuosa grandeza, con la magnificencia de una verdadera Reina, y más bien supera al mismo hado con un heroísmo anti-heroico que le viene justamente de su ser "mujer común". La Reina de Francia es aquella que, en el último supremo acto de la muerte, saber aún ser más grande de lo que no habría podido hacerlo el hado de la tragedia clásica. El hado de María Antonieta es el que sabe nutrirse de los tumultos de la historia y que al mismo tiempo de la pequeñez-grandeza de los sentimientos más íntimos y simples, aquellos de una mujer que quiere ser tal. Una de tales tragedias, y de las más hermosas, de este heroísmo no querido, llámase "María Antonieta". […] Con espanto, en medio de sus tormentos, reconoce, por fin, la transformación operada en su ser, esta castigada mujer, que jamás se había interrogado a sí misma acerca de su propia alma; precisamente entonces, cuando termina el poder exterior, comprende que algo nuevo y grande se inicia dentro de ella, cosa que no hubiera sido posible sin aquella prueba. […] en sus postreras horas de vida, alcanzó, por fin, María Antonieta, criatura humana media, su magnitud trágica, llegando a ser tan grande como su destino.
Nota: Las citas son extraídas de la Introducción a la biografía. NdTr: Se han tomado las citas de la traducción al español hecha por Ramón María Tenreiro para la Editorial Juventud Argentina SA, séptima edición, 1942. |
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